Sin Titulo


Nos hablamos en lenguajes indescifrables, ocultamos nuestros corazones debajo de la cama; esperamos a que ocurra algo que ni siquiera Dios puede lograr sin nuestra iniciativa, con los brazos cruzados, sin perder la absurda esperanza de obtener una razón por la que sonreír al finalizar el día (después de haber terminado de ver el noticiero de las siete y volver a estar hartos de oír hablar de muertos, de atentados suicidas, de tsunamis y japoneses damnificados)...
Somos criaturas fragiles, pero fingimos: usamos mascaras de hierro y nos hacemos los rudos... mientras a las espaldas de todos leemos poemitas de Becket y escuchamos canciones rosaditas, canciones con sabor a fresa, canciones...
Lanzamos palabras al vacio, desde ese lugar oscuro donde nos refugiamos, deseando que alguien (No calquiera: Alguien!) nos escuche y devuelva una repuesta.
Ceder es nuestra última opción...
¿Cuantas veces hemos sentido ser la cosa más estupida de este planeta?

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Preciosa, mis sueños están rodeados de espinas y me golpean en la cara para que no me les acerque. No sabes cuanto me gustaría traerlos aquí, nena, ser algo más que este triste hombre, nena, llevar el bolsillo repleto de sonrisas azulitas...
¿Sabes?, el color del cielo me pone happy cuando olvido quien soy y te imagino aquí y le hablo al vacío como si fueses tu, igual que ahora. Igual que siempre... Soy un tipo raro pero no me lamento por eso. Prefiero ir de paseo a la luna los sábados, prefiero llevar mi corazón siempre en la mano izquierda, prefiero los días de lluvia y ese estrepitoso silencio que viene con ellos, prefiero ser quien soy en lugar de ser una replica más...

Los días caminan sobre mi espalda, el tiempo se acaba; y mira, preciosa, estos agujeros aún necesitan algo para llenarse. ¿Puedes verlos? Soy también  un tipo repleto de vacíos...


Una manía inútil

Esto de escribir es algo que no se controla: quieres decir “hola” y de repente te encuentras sentado frente a dos párrafos enormes. Todo fluye de una forma súbita y extraña, como si cada frase estuviese hecha de antemano, como si alguien más hubiese hecho todo el trabajo por nosotros y un día cualquiera, un momento cualquiera, algo las impulsara a mil kilómetros por hora hacia fuera de ese lugar extraño en donde estaban ocultas… 
Lo malo es que escribir no sirve para nada a menos que seas la reencarnación de Edgar Allan Poe o que le robes el cerebro a Vargas Llosa. Lo malo es que escribir, cuando vives en una ciudad fea y chiquita, no puede llegar a ser más que una manía inútil. Las chicas lindas prefieren a los chicos rudos, y los chicos rudos no escriben, ni leen, o eso es lo que le hacen creer a todos. Escribir no sirve como técnica de seducción, ni es un buen método para conquistar el mundo… 
Una palabra es sólo una palabra o menos que eso cuando vives rodeado de perdedores y tu eres el peor de ellos…

Refugio para pecadores

Nada que pretenda ser real merece ser tomado en serio.
E. Medina Reyes
 Uno de esos perros callejeros debería aullar esta noche. Bajo la perezosa luz de las estrellas de agosto. ¿Son estas estrellas de hoy las mismas que las de hace dos meses? Eso no importa. Estupideces como esa nunca importan. Lo importante sería lograr oír a uno de esos perros aullar esta noche.
Recuerdo, Amelia, que decías que esas criaturas eran las más tristes de este mundo, que sus aullidos te sabían a lagrimas con canela, que amabas ese sabor tanto como a los helados de vainilla. Estabas loca, Amelia, totalmente crazy… Pero eso me gustaba. Me pareciste extraña al principio; “que bicho tan raro”, pensaba yo al oírte hablar de tantas pendejadas. Claro que luego no sé como llegué a necesitarte tanto. Heroína pura, Amelia, eso eras. No tuve la opción de elegir, te acercaste y me vertiste encima un poco de tu esencia, un poco de tu olor a chocolate y orquídeas, un poco de ti hecha besos y palabritas azules...
Tengo una estrella aquí, en el centro del cielo raso de mi cuarto. Funciona con energía eléctrica y puedo apagarla cuando quiero tener un poco de oscuridad. ¿Recuerdas, Amelia? Tú y yo siempre preferimos las noches, el color de las noches, nos gustaba tener su sabor pegado a la punta de la lengua. A veces las aprovechábamos para buscar una banca en algún parque decente y sentarnos a intercambiar besos y palabras y hasta uno que otro silencio. Las noches siempre han sido lugares oscuros, y la oscuridad: refugio inmejorable para gente como nosotros...