Una historia a medias

Ayer vi morir a José. No me importo que hubiese muerto, sin embargo fingí un poco de tristeza y simulé un llanto chiquito, un llanto a mi medida. Llorar no es lo mio y todos lo saben, nadie espera de mi demasiadas lagrimas, presumen que mi forma de sufrir es intima y reservada. He aprendido a mentir muy bien, y además mamá, papá y los demás son unos tontos, idiotas, criaturas sin cerebro. Si pudiera decidir su destino elegiría hundirlos en el fondo de la tierra, o cortaría sus cabezas y...
Mamá y papá tienen cara de querer matarse. Han perdido a su hijo menor y creen tener la culpa. José murió arrollado por una camioneta blanca en la Avenida Libertador (veníamos del colegio, él y yo, igual que todos los días). El golpe lo dejó agonizantes unos minutos y luego quedó inmóvil para siempre. Un escuálido niño de 8 años destrozado en medio de una avenida: nada raro, mucha gente muere de esa forma en esta ciudad. Un padre suele sentirse culpable de la muerte de su hijo aunque no tenga la más mínima responsabilidad en ella. Es algo estúpido y patético que no logro entender aún.
José había tardado mucho en morir; ya me estaba cansando de estar haciéndole vivir circunstancias peligrosas. Cuando dejan a tu hermano menor a tu cuidado esperan que te esmeres en protegerlo. Yo me esforzaba en hacer todo lo contrario. Recuerdo que hace varios años secretamente le hice comer veneno para ratas y no sirvió para nada. Lo llevaron de urgencias al hospital y regresó tres días después todavía más vivo que antes. Nunca sospecharon de mí, pero me molestó no poder completar mi objetivo. A medida que iba creciendo José, debí actuar con más sutileza... 
No imaginé que terminaría siendo así de fácil. Confieso que siempre deseé que un rayo lo partiera a la mitad, que una bala (perdida) le abriera la cabeza, que algún loco decidiera regalarle trece puñaladas, incluso a veces deseaba que terminara allí, en medio de esa enorme avenida sin semáforos, ni cebras, ni puente peatonal, que nos tocaba cruzar cada que veníamos o íbamos al cole. Y eso paso, pero nunca creí que llegaría a tener tanta suerte.
Mi hermano lo cambió todo desde el principio. Antes y después de él mis padres eras criaturas distintas. Lo odié desde la primera vez que prefirieron estar con él que acompañarme a jugar Halo 2 en mi Xbox...


3 comentarios:

  1. Dios, qué feo... vaya locura esta. Pobre niño.
    Deberías continuar esta historia, o publicar otra... ;D

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  2. Si!! creo que estoy loooco!! Y que puede salir de un loco?... pues, locuras!! Jaja!!

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  3. jajaja pues sí, tienes razón. Larga vida a los locos!!

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